miércoles, 7 de julio de 2010

Un hombre en la oscuridad de Paul Auster

August Brill es un hombre de 72 años, ya anciano, ya jubilado, ya viudo. Ha estado en un hospital como consecuencia de un accidente automovilístico que le ha dejado una pierna maltrecha. Ésa es la historia con la que empieza Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster. La estancia de Brill en aquel hospital ha durado un año. A su salida se muda de residencia instalándose en casa de su hija, situada en Vermont, una vivienda en la que también estará acompañado por su nieta. Ambas son las mujeres de la casa, mujeres sin varón: sus hombres o se han alejado o han muerto. Por tanto, ambas han debido aprender a vivir así, con esa soledad forzada o sobrevenida para la que no estaban preparadas. Tras la estancia hospitalaria, el anciano lleva una vida sedentaria: prácticamente inválido, camina en silla de ruedas y pasa en la cama largas horas de insomnio que calma contándose historias. Inventarse vidas de otros, atribuirles hechos, trazar itinerarios, ponerlos en aprietos son ardides que le permiten matar el tiempo para que el tiempo no lo mate a él, pero esos relatos son también entretenimientos aleccionadores: al ponerse en la piel de otros en circunstancias que él no ha vivido aprende de las reacciones ajenas. Averigua qué haría un varón como él en una situación así.

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